MUSEO GOYA

 Ubicada en el corazón del casco antiguo de Zaragoza en su histórica calle Mayor, concretamente junto al lugar que ocupaba el mundus romano, es decir, - la fosa fundacional de la colonia inmune de Caesaraugusta- encontramos una casa que es un bello ejemplo de la arquitectura doméstica zaragozana de la segunda mitad del Quinientos. Concretamente en la intersección del Cardo y el Decumanus Maximus, las dos principales calles de la urbe de origen romano encontramos la que fuera vivienda del infanzón Diego de Aguilar, a la sazón “Hoste de Correos” del emperador Carlos V. 

A partir de la documentación conservada, sabemos que en 1550 comprará un solar situado frente a la Iglesia de la Santa Cruz comenzando la construcción inmediatamente después. Importante este detalle ya que sirve para identificar dicha casa, ya que tradicionalmente se ha conocido con el nombre de los moradores en el siglo XIX, los Bobadilla y luego los Pardo; además no se debe confundir, como se sigue haciendo, con la casa de los Cosida que se situaba en la esquina opuesta al solar que nos ocupa. No obstante, Diego de Aguilar fallece en 1553 sin ver terminada su nueva casa, hecho que continuará su hijo Juan que mantendrá también el cargo regio que heredó de su padre.

La casa sigue las características de lo que ya tantas veces he hablado en referencia a la casa zaragozana renacentista y su especial relevancia dentro de la arquitectura española. Sabemos de la intervención del maestro de obras Juan de Segura de grato recuerdo en nuestra ciudad por su participación en las obras de la Lonja de Mercaderes donde realizará las bellas columnas de su interior. Como es costumbre, el espacio doméstico se organiza en torno a la luna, que es deudora de aquella que Gabriel Zaporta mandará realizar para su casa, ejemplo extraordinario de nuestra arquitectura y que en el caso de la casa de los Aguilar podemos verla como una versión en menores dimensiones, pero igual de destacable en cuanto a diferentes matices que ahora intentaré describiros.

En la parte baja de la luna destacan por su rareza los capiteles de las cuatro columnas clásicas anilladas de fuste estriado, los cuales se asemejan a los que encontramos en la referida casa de Zaporta, siendo estos los dos únicos ejemplos conservados en Zaragoza. Tienen unas formas sinuosas que combinan angelitos y figuras antropomorfas o fantásticas proyectándose a través de unas molduras en forma de doble voluta donde se apoya el entablamento que sostiene la galería superior formada por elegantes columnas toscanas y arcos de medio punto.






Si la luna respira un elegante aire clásico destacando su decoración de grutesco, llama la atención por el contrario que la fachada de la casa sigue teniendo recuerdos de la arquitectura de finales de la centuria anterior. Si nos fijamos en la característica galería de arcos que corona la parte superior de la casa observamos que aquí presenta una forma un tanto retardataria de arcos mixtilíneos que sumado a la presencia de un alero del tipo de lóbulos conforman una reminiscencia de pervivencia gótica que se hace por lo menos llamativa y nos vuelve a recordar lo arraigadas que son las formas de hacer consideradas tradicionales y la resistencia a abandonarlas definitivamente en favor de formas consideradas más modernas y ya perfectamente asentadas.

Dicho esto, vamos a dar un salto en el tiempo para centrarme en dos momentos determinantes para este edificio ya en el siglo XX. Antes un pequeño detalle y es que, durante Los Sitios, fue sede de la Capitanía General de Aragón. Si nos fijamos en su fachada aún podemos apreciar la pequeña puerta a la izquierda de la entrada principal y que servía para entrar en la estancia donde el centinela vigilaba durante la noche.

Avanzado el siglo XX la casa irá tomando forma tal y como la vemos hoy a través de dos momentos relacionados con un fin museográfico. En 1979 se produce la donación de la colección de José Camón Aznar y la puesta en valor de la misma por parte de Ibercaja adaptando para tal fin el viejo caserón de los Pardo. Este coleccionista, académico, crítico y pedagogo legó a la cultura zaragozana una colección que hoy ronda las 500 obras y en donde destaca sobre todo la colección completa de Grabados de Francisco de Goya, hecho este que solo iguala la colección de la Calcografía Nacional de España.




A esto hay que sumar que, en 2015, la fundación Ibercaja apuesta por dar un nuevo enfoque al museo, aumentando sus fondos integrándose los de la propia Fundación, así como los procedentes de la colección de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País. El museo ya con la nueva denominación de Museo Goya- Fundación Ibercaja- colección José Camón Aznar, abre sus puertas con el empeño de ser referente de la figura por antonomasia de la pintura universal que es Francisco de Goya y Lucientes.  Lamentablemente Zaragoza, cuyo recuerdo “quemaba” a uno de sus hijos predilectos, sigue esperando escandalizada por el olvido institucional que supone que esta figura mundialmente admirada por su enorme genio, talento y creatividad no cuente con un lugar de mayor relevancia donde pueda admirarse la totalidad de las obras que nuestra ciudad atesora. Señores políticos hay que sentarse a solucionar esto...unidos podemos hacer de Goya nuestra seña cultural.




No obstante, entremos en este templo del Arte para deleitarnos en un recorrido por sus salas, emocionémonos con exquisitas muestras de nuestro querido Francho Goya. De su etapa formativa, así como de su madurez… la repercusión que tuvo su figura en generaciones posteriores a través de un recorrido vital, musealizado con gran acierto. Lo único que podemos ya esperar es que el tiempo del que dispongamos lo hayamos disfrutado de una forma personal recorriendo sus salas y recordando que, en cualquier creación, se produce una sinergia entre el acto creativo y el acto receptivo, aquel que siente el espectador cuando contempla una obra y ya es un todo con el alma del creador. Una pulsión que se produce con la única pretensión de emocionarnos y de transmitirnos algo de una parte de esa alma universal que fluye un tanto etérea y sutil como una ninfa caprichosa jugando por las creaciones artísticas del hombre.  Dejémonos llevar pues a través del hilo conductor de esta energía mágica que es el Arte con mayúscula por supuesto.









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