PALACIO DE ARTAL DE ALAGÓN

 Si tantas veces os he hablado de las magníficas casas que engalanaban la Zaragoza del Quinientos hoy me detendré -dedicándole un capitulo propio- a la que podemos considerar que cierra una etapa en la manera de hacer arquitectura con elementos renacentistas plenamente asimilados y que podemos por tanto llamar clásica.

En plena calle del Coso, en su parte más destacada se alzó la casa que mandará edificar el que fuera Virrey de Aragón -Artal de Alagón y Luna, tercer Conde de Sástago. Sabemos que estás casas de habitación que se hacían en la capital del Reino los miembros de la Alta Nobleza, servían en gran medida como escaparate ante la sociedad de su poder y rango. Al igual que su predecesor en el cargo de Virrey, Pedro Martínez de Luna y su casa también en el Coso (ya comentada en este blog), aquí vamos a encontrar un edificio descomunal y ostentoso donde los haya. 


Disponemos de abundante documentación de su construcción que se debe al maestro de casas Lope de Chacho que ya había trabajado para el conde en otras obras en su amplio señorío. En 1570 comenzaban las obras que durarían 4 años, no exentas de pequeños pleitos con las casas colindantes. Tan solo 11 años después en 1585 el palacio servía de morada al propio rey Felipe II en su visita a Zaragoza con motivo de la boda de su hija Catalina Micaela. Sin duda el virrey pudo hacer gala de su casa al contar con tan insigne invitado que elegía quedarse aquí mientras se preparaban las estancias oportunas en las casas del Arzobispo donde se alojaría él y la Corte durante los meses que iba a durar tan magno acontecimiento.

La fachada se alza imponente destacándose los elementos comunes a los palacios renacentistas, -aquí encontramos dos puertas -una de ellas añadida en época barroca posteriormente. La planta noble se destaca con amplios balcones y como coronamiento la característica galería de vanos que en esta ocasión son adintelados y van separados por un ritmo alterno de columnas triples y sencillas, todo lo cual se corona con un soberbio alero de madera que hace las veces de -como se decía en la época - "el sombrero de las ventanas".



Una vez dentro encontramos la luna distribuidora del espacio interior que va precedida de una imponente galería de arcos que hace las veces de entrada triunfal previa al patio, creándose una impresión muy teatral que denota unas formas manieristas de finales del Renacimiernto que buscan efectismo.

El patio es grandioso y desnudo de añadidos superfluos, solo hay cabida para las formas arquitectónicas que denotan el poder que ostenta el señor de la casa. Hoy estas partes del palacio -tras la cuidada restauración llevaba a cabo por Jose María Valero en los años 80 del pasado siglo, son el escaparate ideal para el ciclo de exposiciones que la Diputación Provincial de Zaragoza -propietaria del inmueble- organiza aquí como proyección ante la ciudadanía de la propia Institución.






Tras subir por la escalera de triple tramo, llegamos a la planta noble del edificio donde vamos a encontrar las estancias más señoriales que nos van a servir para abrir un nuevo capítulo en este recorrido por tan sorprendente lugar. En 1848 el Casino Principal de Zaragoza se va a instalar en las plantas primera y segunda del palacio en situación de arriendo con la condición impuesta por el Conde de Sástago de mantener y llevar a cabo las pertinentes obras de acondicionamiento - mejora y mantenimiento de todo el inmueble, entre otras cosas. Vamos a ir viendo como la huella del Casino sigue hoy presente ya que gran parte  del embellecimiento de salones y estancias, fruto de la esmerada intervención de inspiración neoegipcia e historicista llevada a cabo por Ricardo Magdalena, se ha mantenido y restaurado por la propia Diputación con gran acierto.






Destacan por su belleza y solemnidad la sala y las dos cámaras laterales que miran al Coso y que se decorarán a partir de 1889 contando con la intervención de varios gremios y artistas que dejarán su impronta creándose un conjunto de gran efectismo. Son obra de Alejandro Navarro, pintor de adornos; Ezequiel González, ebanista; Alejandro Ferrant que decora el techo del salón principal con una espectacular Alegoría de Zaragoza; destacan los pintores Marcelino Unceta y Dionisio Lasuén, junto a Joaquín Pallarés, Antonio Aramburu y Ángel Gracia; sin olvidar los papeles pintados de la empresa La Lucha Artística.





Junto a esta sala se encuentra el salón de retratos de aragoneses ilustres fruto de la mano de Ruiz de Valdivia, José González, Marcelino Unceta y Antonio Aramburu. Si miramos al techo nos llama la atención una decoración de trampantojo formada por tondos circulares  en donde se desarrolla un ciclo de exaltación del trabajo y las profesiones liberales muy del gusto de los dirigentes del Casino y debidas al pintor adornista Alejandro Navarro.



En esta planta encontramos otras salas que nos siguen recordando la presencia del Casino. Salones de estar que hoy son utilizados por la Diputación para eventos puntuales. Se ha conservado incluso la antigua cabina telefónica. pero es sin duda la espléndida Biblioteca lo que nos depara una sorpresa mayúscula. 





Entramos en una estancia alargada con una decoración exquisita que respira una solera de más de 100 años. Tres de los lados se visten con estanterías de hierro dorado diseñadas por Luis de la Figuera en 1905 que guardan la prolija colección de libros del Casino. Destaca además la soberbia mesa de lectura con un curioso sistema de calefacción situado a los pies de la misma. Esta estancia es un verdadero lujo para el deleite de los sentidos y el alma.










Una parte que normalmente no se visita es la que conforma el segundo piso, en tiempos también ocupado por el Casino y que hoy acoge la sede de la Institución Fernando el Católico dependiente de la referida  Diputación.. Ascendemos a este segundo piso por otra escalera no carente de interés y que me llama la atención por su empinado ascenso e iluminación a través de una curiosa claraboya. Llegamos a la parte que se sitúa sobre el patio y que se comporta aquí a modo de un claustro distribuidor del resto de estancias y en donde podemos apreciar unas bellas vidrieras con escudos de poblaciones del señorío del Conde de Sástago y que en el siglo XIX cerraban las ventanas del patio de la primera planta.






Aquí también encontramos salones de gran empaque destacando el que mira al Coso que aprovecha la antigua falsa del edificio renacentista y que nos sirve para poder apreciar con detalle a través de sus ventanas  el bello alero, así como amplías vistas con un especial recuerdo sobre el antiguo Casino Mercantil que se alza majestuoso frente a nosotros y que nos recuerda la sana rivalidad que hubo durante décadas entre tan emblemáticas ambas instituciones.







No quiero olvidarme de recordar que entre ambos pisos y por diferentes estancias de los mismos se cuelgan los retratos de Reyes de Aragón que nuevamente, el Casino, encargo a uno de sus socios  - el pintor y profesor de Dibujo de Adornos en la Escuela Provincial de Bellas Artes, Manuel Aguirre y Monsalbe - discípulo favorito  de Vicente López. Recordemos que el origen de esta colección pretendía ser un homenaje al espacial encargo que en 1586 la Diputación del Reino de Aragón le encomendara a Felipe Ariosto. Dicha galería de reyes sería copiada años después y en dos veces, una por encargo de Felipe IV para la decoración del palacio del Buen Retiro en Madrid. Pues bien, esta magna colección  se perdió en los terribles Sitios sufridos en 1808 y 1809 que tuvieron como consecuencia la destrucción casi total del edificio por parte de las hordas francesas. Hoy solo tenemos algunas de las copias de las dos series encargadas posteriormente, 38 concretamente, parte de las cuales forman una interesante colección en el Ayuntamiento de Borja. En 1851 Manuel Aguirre aceptó gustoso el encargo de los 25 retratos - desde Íñigo Arista hasta Fernando II el Católico-, realizándolo gratuitamente. Se documentó a conciencia visitando el Museo de Zaragoza y otras instituciones que tenían pinturas de reyes, incluso estuvo largas temporadas en Borja -fruto de la amistad con el que fuera secretario de la Junta Directiva del Casino, Francisco Perpiñán y Perales, Barón de La Torre. 5 años más tarde, fallecía  el pintor en dicha localidad, donde y debido en parte a su origen malagueño y que no se conocían familiares cercanos, será enterrado con un cierto velo de silencio...

Hoy el Palacio de Sástago se nos presenta como un escaparate de lujo de la Diputación de Zaragoza que ha sabido con gran acierto dedicarlo a que sea un lugar abierto a los ciudadanos con un ciclo de exposiciones anuales que fue pionero en la ciudad y que le ha valido entre otras cosas el premio Europa Nostra en 1987 dedicado a la conservación de la Cultura Europea. Como hemos visto ha sido un edificio con una dilatada andadura, acogiendo diferentes usos, desde los residenciales -origen del mismo, hasta los más variopintos ya a partir del siglo XIX debido sobre todo a una coyuntura y nuevos tiempos en los que un edificio de tan descomunales proporciones suponía un problema de conservación para una nobleza que había trasladado su residencia a Madrid y que tenia la necesidad de dar nuevos usos al vetusto caserón que había quedado un tanto en el olvido. Afortunadamente se conservó y así y además del ya mencionado Casino Principal, entre sus muros hubo en tiempos un café, el de Paris que abría sus puertas en 1882 ocupando la planta baja y las antiguas cocheras. Lugar que después ocuparía en 1920 el Banco Español de Crédito que reformará posteriormente la planta baja tapando incluso las columnas del patio y cerrándolo con un cielo raso que lo separaba del piso superior. En 1884 se abrían tiendas en la fachada,  una de sombreros y otra fue la tan recordada de Chocolates Zorraquino y que hoy acoge una muestra de la cerámica de se realiza en la Escuela Taller de Muel. Incluso entre sus muros hubo durante décadas unos billares de nombre La Unión.

Esto nos sirve para cerrar el capítulo, un recorrido que os muestro a través de las fotografías que he podido realizar gracias a la gentileza y el permiso concedido por los responsables de la Diputación Provincial de Zaragoza y la Institución Fernando el Católico; desde aquí nuevamente mi gratitud. 

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