el PALACIO ARZOBISPAL

Es uno de los edificios civiles con más solera e historia de la ciudad.

El que nació como “Casas del Obispo” por el año 1119 tras la reconquista de la ciudad por Alfonso I y como consecuencia de la expresa donación de los terrenos que hiciera Gastón de Bearne al entonces primer obispo de la ciudad, Pedro de Librana.


Se eligió un lugar privilegiado, frente a la nueva Catedral dedicada al Salvador –anteriormente Mezquita aljama- quedando protegido por la muralla frente al Ebro. El edificio ha sido testigo destacado del paso de las más altas personalidades ya que a las funciones de residencia de la mayor dignidad eclesiástica, se suma que la casa palacio sirvió además como morada de reyes en sus visitas a la ciudad convirtiéndose en sede de la Corte por el tiempo que durara la estancia.

Un lugar con tanta historia es sin duda un crisol de todos los estilos artísticos que se han desarrollado en los 900 años que atesora el edificio.






Tras la profunda restauración de parte de sus salas que cristalizó en 2011 con la musealización de buena parte del inmueble, hoy podemos deleitarnos con un recorrido de conjunto sin igual en la ciudad con muestras de indudable interés.

La primera ampliación importante la encontramos en la segunda mitad del siglo XIV y coincide con la conversión de la sede episcopal en Archidiócesis Metropolitana, pero será 100 años después en tiempos de Dalmau de Mur cuando el palacio alcanzará una grandeza y belleza considerables. Las estancias se distribuyen en torno a un patio abierto que posteriormente se cerrará con una ostentosa fachada, pero además se vuelca por el lado oeste hacia el Palacio de la Diputación del Reino a través de una amplia plaza abierta. En 1481 en tiempos de Alonso de Aragón y con motivo de la estancia de Isabel I de Castilla incluso ambos edificios se comunicarán mediante una bella galería abierta de dos pisos, que sin duda proporcionaba unas magníficas vistas hacia el Ebro. Otro paso de comunicación se hará esta vez con la Catedral a través de un arco elevado –que lamentablemente se derribó en los años 70 del pasado siglo- a expreso deseo de Felipe II en 1584 y con motivo de la visita que realizará con motivo de la boda de su hija Catalina Micaela que supondrá el traslado de la Corte durante 6 meses.

Pero sin duda la estancia que más llama la atención hoy día por su relevancia histórica es el llamado Salón del Trono y es debido además a que se engalana con una galería de retratos sin parangón por su número y que son fruto de la mano de los mejores pintores que han nacido o desarrollado su profesión en la ciudad. Fue fruto del encargo que se le hizo al pintor Pablo Rabiella y Díez de Aux en 1693 consistente de 77 cuadros; 48 de ellos de cuerpo entero destinados al mencionado Salón y en donde intervendrán posteriormente otros autores como Andrés Merklein, José Luzán, Francisco de Goya, Bernardino Montañés, Juan José Garate, Luis Berdejo o Isabel Guerra.






 El periplo constructivo podemos finalizarlo en 1781 cuando en tiempos del arzobispo Bernardo Velarde se dotará al palacio de una fachada muy monumentalizada de estilo neoclásico en el lado sur y que supondrá el cierre de las dos plazas abiertas anteriores quedando el edificio organizado en torno a dos patios ahora cerrados. El conjunto se vuelca hacia la plaza de la Catedral convirtiéndose esta fachada en la principal, en un auténtico telón escénico, en la seña de identidad de todo este puzle arquitectónico. 
  

Gracias al Alma Mater Museum, podemos hacer un amplio recorrido por este paradigmático lugar, recorrer sus salas seguro se convertirá en un auténtico placer. El que en otro tiempo fue un lugar privado, hoy se abre en parte para contarnos algunos de sus secretos. Disfrutadlo…

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