REAL CAPILLA DE SANTA ISABEL
Corría el año de 1678 cuando las Cortes Generales de Aragón
reunidas en Zaragoza acordaron nombrar como Patrona de la Diputación del Reino
a Santa Isabel, canonizada en 1625, eligiendo como fecha de la festividad el 4
de Julio, onomástica de su fallecimiento en 1336. La que fuera princesa de
Aragón, había nacido en la Aljafería en 1271, siendo hija de los reyes Pedro
III y Constanza de Sicilia y esposa del rey Dionís de Portugal. Fue personaje
de gran trascendencia encarnando los valores de caridad, paciencia, comprensión
y tolerancia; amada y respetada en su país de adopción y siempre anhelada en el
que lo fue de nacimiento. Por referencias sabemos que los diputados encargaron
a Lope de Vega que escribiera sobre su vida; hecho que finalmente cristalizará de
la mano de Francisco de Rojas Zorrilla con una obra teatral representada por
primera vez el 18 de septiembre de 1635.
Por aquel entonces el palacio de la Diputación del Reino, era un edificio que
se ubicaba en un lugar privilegiado en la plaza de la Seo, junto a edificios
señeros como la lonja de Mercaderes, las Casas del Puente, sede del Concejo de
la ciudad, el palacio Arzobispal y la Catedral del Salvador. En dicho edificio
destacaba en uno de sus lados la iglesia de San Juan del Puente que hacía las
veces de capilla del propio palacio para los actos religiosos y eventos
solemnes de la corporación. Debemos pensar que coincidiendo con el momento de
la canonización de Santa Isabel se produjo en el seno de la entidad que regía los
destinos del reino el deseo de honrarla con un edificio más representativo acorde
con el nuevo patronazgo. Hay además otro factor que fue determinante, la
llegada de los Teatinos a Zaragoza.
Desconocemos por la documentación quien fue el artífice de un proyecto tan destacado para la ciudad. La Iglesia zaragozana, será fiel reflejo del anterior templo madrileño referido (hoy Iglesia de San Cayetano) y al analizar su planta no podemos pasar por alto la relación que podemos ver con los trabajos del teatino quizá más universal que ha dado la Orden en dicha materia constructiva. Me estoy refiriendo al magnífico Gaurino Guarini (1624-1683), sacerdote teatino que desde los 17 años contará con el apoyo del Duque Filiberto de Saboya. Destacado matemático, arquitecto y escritor, pieza mayúscula de la corriente del Barroco de movimiento con antecedentes como Borromini del cual es continuador y Juvarra y Vitone respectivamente como discípulos suyos. Al hilo de la biografía conocida de tan insigne personaje, sobre todo en lo referente a los edificios que proyectará fuera de Italia se ha sugerido un viaje por el continente, recalando en lugares como Viena, Praga, Lisboa y París, así como un periplo por España, sobre todo Andalucía, en donde visitará los más señeros monumentos que trufan esta tierra de maravillas…lamentablemente por diversas vicisitudes no se conserva nada de lo proyectado por él en estos sitios lo cual ha llegado a dudar incluso de si él estuvo físicamente en estos lugares que lo situarían en la franja de 1655 a 1660, en donde apenas se sabe nada de sus andanzas. En 1660 lo encontramos ya documentado en Mesina y de ahí, en 1666 y hasta su muerte, estará en Turín donde realizará sus más bellas creaciones, éstas sí conservadas.
Dicho esto, procedamos a hablar ya de nuestra Capilla que se alza orgullosa presidiendo la plaza del Justicia, una de las más bellas de nuestro centro histórico. Lo primero, como no, unas pincelas de su planta. Es compleja, una cruz griega de brazos iguales con una gran cúpula en su centro se inscribe en un cuadrado, generándose cuatro espacios que se cubren también con sendas cúpulas. Se creará así un plan central complejo en donde la luz inunda el espacio siendo la protagonista indiscutible y unificando los distintos ambientes. El eje principal que desde la puerta de acceso nos conduce al altar mayor presidido por Santa Isabel y San Jorge -ambos patronos de la Diputación aragonesa- queda no obstante perfectamente claro. Y la pregunta que nos asalta es, a propósito de este modelo de planta, ¿pudo intervenir el ingenio y la mano de Guarini en ella?, no lo sabemos, pero la relación con él es atrayente. Además, este edificio dejó huella en otros de la ciudad ya que, para muchos estudiosos, lo que aquí se planteó, se desarrollará años más tarde y ya plenamente en el nuevo templo del Pilar o en otras iglesias como la del Portillo.
El otro elemento que es referencia indiscutible del edificio y bandera del mismo es sin duda su fachada. Plenamente barroca y articulada en un juego de volúmenes enfatizados por la utilización de diferentes materiales como son el ladrillo, el alabastro y la piedra, la fachada se divide en dos alturas. En la parte inferior y separada en 5 calles contemplamos una apoteosis del escudo y las armas del reino de Aragón, así como las esculturas de San Andrés Avelino y San Cayetano. El piso superior se corona con una espléndida imagen de Santa Isabel jalonada por dos potentes torres.
Hoy la Capilla de Santa Isabel es propiedad de la Diputación Provincial de Zaragoza, y pese a que los teatinos ya no están aquí, quiero hacer una última referencia a quienes hoy se ocupan en gran medida de su destino. Para todos los zaragozanos y los que nos visitan durante la Semana Santa, esta capilla es principio y fin de muchas procesiones, convirtiéndose en el lugar clave durante esos días. La Procesión del Santo Entierro está documentada desde el siglo XVI, se celebra el Viernes Santo y es organizada por la Hermandad de la Preciosa Sangre de Cristo, constituyendo sin duda la culminación de los actos religiosos. Y en este contexto el principal protagonista es el Cristo de la Cama. La historia de esta imagen se remonta a cuando se custodiaba en el convento de San Francisco situado en la plaza de España, sede además de la Hermandad citada antes. Se trata de un Cristo de autor anónimo y del tipo “articulado”. Estas imágenes de tradición procedente de Italia eran frecuentes en el siglo XVII, se realizaban en pasta de madera lo cual les conferían menor peso y facilidad para ser movidos. Sabemos que la talla se utilizaba en la representación del Descendimiento de la Cruz. Podía además ser expuesta en forma de crucifixión y también como Cristo yacente. Ocurrió que, en Los Sitios, concretamente el 17 de febrero de 1809, el convento de San Francisco ardía en llamas por las voladuras producidas por los franceses en el segundo Sitio. Una mujer, María Blázquez junto a cuatro hombres entró a salvar el Santo Cristo presa de una catarsis casi irracional por el peligro que implicaba. Salieron con el Cristo a cuestas, y se encaminaron hacia el trenque de Jimeno el Gordo (lo que hoy es la entrada de la calle Alfonso en el Coso), sortearon varios disparos recibiendo en la escaramuza algún bayonetazo que se clavó en la imagen convertida ya en milagroso parapeto para los temerarios salvadores. La imagen rescatada, antes venerada y ahora considerada además milagrosa, fue llevada al Palacio Arzobispal, de allí pasó al Pilar, posteriormente en 1810 a la iglesia de la Santa Cruz, para finalmente quedar custodiada desde 1813 y hasta hoy en la Capilla de Santa Isabel. La imagen de 1,93 cm de altura reposa desde 1856 en una espléndida cama, obra de Antonio Palao Marco que cierra solemnemente la procesión del Viernes Santo. Una de los actos más emotivos -incluso podemos decir insólito- del primer Centenario de los Sitios, fue la concesión de la medalla de héroe al Cristo de la Cama de la mano del presidente del Consejo de Ministros, Antonio Maura el 15 de junio de 1909.
Por todas estas cosas y otras que seguro me dejo, os invito a descubrir por vosotros mismos este lugar sublime pleno de emociones. Un lugar que no deja indiferente, sobre todo si se visita en Semana Santa, momento en que se desata la pasión con y sin mayúscula.
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