Éxtasis en la catedral
Es indisociable a cualquier asentamiento humano ya sea una ciudad o una pequeña población, la presencia de un lugar de culto, un espacio sagrado donde se vuelcan las pasiones y los deseos, las más íntimas fuerzas que hacen al hombre pensar en el más allá y trascender hacia el anhelo de conectar con la fuente, con su origen primigenio. sea cual fuere su creencia o religión.
En Zaragoza encontramos un lugar en donde romanos, visigodos,
musulmanes y luego cristianos dieron forma a sus mitos creando un centro de
poder, un hito sublime y ese lugar no es otro que aquel que ocupa la actual Catedral
del Salvador. Dos mil años nos contemplan y ya sólo con pasear por su entorno sentimos su fuerza y su espíritu. Es ante todo un lugar que no deja
indiferente a nadie que tiene una pulsión constante y nos ha legado muestras sobresalientes de cada periodo artístico.
Recorrer estos hitos sobrepasa la pretensión de este artículo
ya que serían muchos mereciendo capítulos propios. Mi pretensión ahora es
centrarme en un momento concreto en el que la Catedral, La Seo de San Salvador
se va a engrandecer abarcando un periodo comprendido entre finales del gótico y
principios del Renacimiento dando lugar a un grandioso espacio de planta de
salón de 5 naves. Un gran espacio diáfano y amplio en donde la luz es la
protagonista que emana de la fuente de luz creadora que nos conecta con el
poder que dio origen a este lugar. Desde 1490 a 1550 el edificio,
originariamente de planta de cruz latina y 3 naves, se va a ir ampliando bajo
el mecenazgo de los arzobispos de la Casa Real hasta llegar al actual
espacio que hoy contemplamos. Durante el mecenazgo de Don Alonso de Aragón, la
Catedral pasará a tener 5 naves, un prodigio único, teniendo como
consecuencia la pérdida del claustro. El espacio se engrandece y será el
escenario ideal para las grandes solemnidades de una Zaragoza volcada en un momento
de esplendor civil y religioso sin precedentes. La Catedral se embellece y
engalana con muestras soberbias como el retablo mayor, el coro, el órgano,
esplendidas capillas e incluso un nuevo gran cimborrio que corona el crucero finalizado en 1520. Este ciclo de obras se cierra en 1550 con el
mecenazgo de don Hernando de Aragón ampliándose en dos tramos más la Catedral a los pies y hacia la actual calle de la Pabostría.
Pero la Catedral es además un lugar de exaltación ciudadana. El lugar más solemne y prioritario donde tienen cabida las más altas ceremonias. Aquí se celebrarán Cortes del Reino, Concilios y Sínodos eclesiásticos, Bodas reales, Jura de Herederos, así como solemnes Coronaciones y Jura de Los Fueros de Aragón, siendo la primera la de Pedro III en 1276; sin olvidar bautizos de Infantes como el de Fernando, futuro Rey Católico.
Os quiero invitar a través de estas imágenes a contemplar en el silencio este lugar verdaderamente bellísimo. El templo, símbolo para quienes lo pensaron de la Casa de Dios, es en última instancia la traslación a la realidad de la Jerusalén Celeste. Tenemos por tanto que dejarnos llevar hasta la fuente desde donde emana la divinidad para transformar el espacio en el Gran Jardín. Cuando subyugados por la belleza de este lugar, contemplamos con fascinación la apoteosis de pilares fasciculados transformados ahora en auténticas palmeras que miran al cielo y estallan creando un palio caleidoscópico de bóvedas estrelladas, somos impulsados en plena catarsis a fundirnos con el Orbe celestial.
Este gran salón inundado de luz, esplendido y pleno de símbolos nos conecta en un plano superior con los ciclos anuales de la vida y la abundancia. Hay desarrollado en el espacio el ciclo de muerte y resurrección. El anhelo de redención que desarrolla el templo nos conecta con el Edén perdido. El ciclo de la fertilidad y la fecundidad están aquí también representados en la regeneración anual de la vida. Cuando miramos a este cielo estrellado de bóvedas conectadas de forma sin fin, apreciamos en sus centros grandes claves decoradas con florones dorados que nos conectan con los influjos cósmicos que trufan toda la catedral. Volvemos al ciclo de evolución y perfeccionamiento en relación con el Sol, -la estrella madre que nos ilumina y es además la flor luminosa-, es la linterna que nos alumbra con sus rayos de luz en ese cielo estrellado, el ciclo primigenio, el origen de aquel lugar elegido por nuestros antepasados que nos conecta con la fuente vital y es en última instancia, la fecundidad que pare y repara a través del agua que emana de la Fuente Original. El ciclo de la vida, el hilo de la vida está presente y nos toma y nos encauza desde aquel lejano paraíso, el lugar que perdieron nuestros primeros padres y fluye hacia la Jerusalén Celeste que es ahora el renacer y el nuevo Paraíso.
Entrar hoy en la Catedral es un auténtico lujo que afortunadamente debemos aprovechar. Aquel sitio que nuestros ancestros crearon para simplemente llegar al lugar de Destino, al lugar donde el deseo se convertía en Luz, el lugar de Poder. Adonde llegar, el lugar donde reina el silencio, donde contemplar, para que ese silencio se torne magia. Os invito a poder deleitaros con un lugar que sobrecoge y que estimula las más bellas pasiones del alma.
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