el COSO de la Misericordia

 Un Coso, según la RAE, es una plaza o lugar cerrado donde se lidian toros y se celebran otras fiestas públicas.

Es una creación típicamente hispana y tiene su origen en el siglo XVIII, respondiendo a una necesidad de dotar a los festejos taurinos de una seguridad que sin pretenderlo tuvo como consecuencia la creación de un espacio multifuncional y de optima gestión de recursos.

La de Zaragoza, cuyo nombre se relaciona con la Real Casa de Misericordia, a la que pertenecía, es una de las más antiguas de España.

El padre de tan emblemático lugar para la ciudad fue Ramón de Pignatelli y Moncayo -canónigo de La Seo- que vio en la creación de la plaza un revulsivo capital que daría alas al engrandecimiento de la Casa de Misericordia. Esta institución benéfica se había creado en 1666 y era gestionada por la Hermandad de Padres de San José.

Pignatelli, convenciendo al Sr. Arzobispo -Agustín de Lezo y Palomeque y al Concejo de la ciudad, impulsó la institución que a partir de entonces contaría con 9 representantes, sumándose además la Cofradía de Nobles de San Jorge. 

El carácter filantrópico que habían introducido los Borbones, impulsando ideas de carácter social tuvo como parte de sus consecuencias que las fiestas para el pueblo crecieran de forma exponencial. Había fiestas Reales y Religiosas -en donde tenían cabida Bailes- incluso de máscaras, Teatro y Toros. Es por tanto que un lugar de fácil gestión y seguridad para estos nuevos festejos se vea como una clara ventaja y si sus beneficios eran aportados a una institución benéfica, se conseguía alcanzar este doble objetivo.

Madrid contaba desde 1749 con una plaza de Toros asociada al Hospital General de la Villa. En Zaragoza, Pignatelli desde 1761 comenzó a recaudar fondos para la nueva plaza que siguiendo el modelo de la de Aranjuez, se inauguraría en 1764. Se construyó en 6 meses, contando con el favor del Gremio de Carpinteros y se estipularon el precio de las localidades y el pago a los toreros. Se estima que las obras costaron 640.000 reales de vellón.





Sabemos por el hallazgo en el Rastro de Madrid, de un Libro de Gastos e Ingresos desde 1764 a 1888 del devenir del coso zaragozano. Aparecen datos muy interesantes como por ejemplo que en 1789 se hizo un sello de bronce para marcar los billetes... Sabemos también el aforo -el cual se componía de 7800 asientos repartidos de la siguiente manera: 1360 en 68 balcones de Sombra; 640 en 32 balcones de Sol; 4000 asientos en Tendido y 1800 en Grada.  Las primeras Corridas se hicieron el 8 y el 13 de Octubre de 1764. Por su descripción sabemos que duraban todo el día -mañana y tarde  y que se celebraban 3 al año -2 en el Pilar y 1 en el Corpus. También Medias-Corridas solo de tarde en festividades menores. La plaza se terminó de pagar en 1783.




Ya entrado el siglo XX, la plaza ira tomando el aspecto de como hoy la vemos -a través de la profunda reforma que en 1918 llevarán a cabo los arquitectos Miguel Ángel Navarro y Manuel Martínez de Ubago. La dotaron de una nueva capacidad y sobre todo le añadieron su nueva fachada de aire neomudéjar con sus característicos arcos que nos recuerdan a la mezquita de Córdoba.
Finalizando el siglo, en 1990 y en las Fiestas del Pilar, se inaugurará la cubierta móvil que será elemento distintivo de ella misma. En 2002, se hará una nueva reforma, importante y que afectará sobre todo a los tendidos, con el fin de dotarlos de una mayor comodidad. En 2010 se embelleció el acceso por la puerta grande hacia el ruedo y a ambos lados con un mural cerámico obra de Sergio Abrain,  y se colocó la escultura de Francisco de Goya -que tantas tardes presenció en este ruedo, evidente inspiración para sus grabados sobre la Tauromaquia- coronando tan emblemático lugar.



De 2012 a 2018 y bajo la dirección del arquitecto Pedro Navarro Trallero (nieto del citado Miguel Ángel Navarro)  se hará una restauración general a toda la plaza que traerá consigo como broche final la puesta en valor de forma museográfica y con fines taurinos  de los espacios  que bajo los tendidos corren a lo largo de todo el albero. Estos espacios, denominados tradicionalmente como cuevas y en numero de 7 no tenían apenas uso. A partir de ahora y como consecuencia de bajarse sus suelos en torno a 1 metro, ha permitido que puedan tener este uso y añade un  nuevo atractivo a la plaza.
Así podemos encontrar salas, aparte de la nueva Capilla, dedicadas a la figura de Pignatelli, a Goya, a la evolución del toreo, -que nos recuerda la importancia del nacimiento del toreo a pie en tierras del Ebro y otras dedicadas a toreros como Nicanor Villalta.












El coso zaragozano brilla hoy con nuevas luces, la Diputación Provincial ha sabido cuidarlo como se merece. Un espacio vivo para el disfrute popular que no olvida su pasado y su razón de ser. La fiesta o mejor dicho, las fiestas siguen vibrando entre sus muros. Y que siga así por muchos lustros.

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